Las lunas de febrero

Observa las lunas de febrero,
su majestuosidad sin paralelo.
Luna de nieve, luna del lobo o luna del hambre.

Vuelven en otoño,
como si quisieran redondear
en esa época del año que siente que termina,
el reflejo de su fulgor inicial.

Aunque instantáneas de la única y misma
seductora de los mares
desde que el agua es agua,
son asomos lunares para atesorar.

Descansa tu mirada y posa allí, en su faz lejana,
tus pensamientos.
Déjate arrullar por su diáfana melancolía.

Nunca te olvides que allá distante,
mirándose en tus ojos infinitos,
está el astro-satélite
cuerpo celeste y amoroso,
 acompañando tus tribulaciones.

 Nocturna y silenciosamente.

Es bueno recordar de vez en cuando.

Reconocernos desde la insignificancia,
comprender lo fútil de los pesares,
desembarazarse de la soberbia
y no tomarse demasiado en serio.

Todo reinicia, el tiempo es cíclico y nada es para siempre. 

En los claros de luna la angustia se disipa
y nuestra existencia 
siente su correspondencia con el vacío
por el que viajan la luz, billones de galaxias
 y la muda voz de los planetas.



Nacidos en las alforjas líquidas de un mes que se evapora desde el comienzo, somos hijos de la misma luna, bajo la cual te pienso, sueño y amo profundamente.

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